La respuesta de la presidenta Claudia Sheinbaum ante los aranceles impuestos por Donald Trump a México debido al tráfico de fentanilo es, sin lugar a duda, un ejemplo de mesura y pragmatismo político.

Desde el inicio de este conflicto, muchos observaban con incertidumbre las repercusiones que tendría esta medida estadounidense sobre la economía y la política exterior de México. Sin embargo, al parecer, el viento que inicialmente parecía azotar con fuerza ha comenzado a calmarse, al menos por el momento, gracias a la respuesta estratégica de la mandataria.

En lugar de caer en la confrontación directa, como lo hicieron el presidente colombiano Gustavo Petro o el primer ministro canadiense Justin Trudeau, Sheinbaum ha optado por una postura más diplomática, con énfasis en el diálogo y la cooperación entre ambas naciones. Desde su primer pronunciamiento, la presidenta ha señalado que México está dispuesto a trabajar en conjunto con Estados Unidos para controlar el tráfico de fentanilo, pero sin eludir la responsabilidad que tiene el país vecino en la lucha contra el consumo de esta peligrosa sustancia en su propio territorio.

Es importante destacar la diferencia de estilo con respecto a la administración de Andrés Manuel López Obrador, cuyo enfoque hacia la política de seguridad se centró en la famosa estrategia de “abrazos, no balazos”, y cuya falta de transparencia sobre operativos y acciones específicas de la Guardia Nacional generó un vacío de información.

En cambio, en los últimos meses, Sheinbaum ha adoptado una estrategia más clara y comunicativa. Así, a diferencia de su antecesor, se han dado a conocer públicamente los esfuerzos y logros de la administración en la lucha contra el crimen organizado, incluyendo la aprehensión de líderes de cárteles y la incautación de grandes cantidades de drogas, acciones que durante los seis años de López Obrador apenas eran divulgadas.

Asimismo, la decisión de enviar 10,000 efectivos de la Guardia Nacional a la frontera sur para frenar tanto el tráfico de fentanilo como la migración irregular es un movimiento significativo. Esto no solo responde a una exigencia de Trump, sino que también refleja un compromiso por parte del gobierno mexicano de abordar estos problemas de forma más eficiente y con mayor control.

Sin embargo, aunque esta medida es un paso positivo, aún queda mucho por hacer. La situación, aunque contenida por el momento, sigue siendo frágil. El margen de tiempo que se ha establecido es claro: 30 días para demostrar que México está dispuesto a cumplir con las expectativas de Estados Unidos.

El plazo de un mes, aunque parece suficiente para llevar a cabo algunas acciones concretas, no garantiza una solución definitiva.

La lucha contra el tráfico de fentanilo no es un reto que se resuelva en tan corto tiempo. La situación en las fronteras, particularmente en el sur de México, sigue siendo una cuestión compleja que involucra tanto factores internos como internacionales. Por ejemplo, el fenómeno de la migración, que afecta tanto a México como a Estados Unidos, no puede abordarse de manera aislada; requiere una cooperación regional que involucre a todos los actores involucrados, incluidos los países centroamericanos. Por otro lado, el consumo de fentanilo en los Estados Unidos es una realidad dolorosa que México no puede ignorar.

Es cierto que, al mantener un enfoque más diplomático, Sheinbaum ha logrado que el tema del consumo y la demanda de esta droga en territorio estadounidense sea parte de la conversación. No obstante, queda claro que este problema no puede reducirse a una simple cuestión de control fronterizo, pues la raíz del problema se encuentra también en las políticas de salud y de control de drogas que se implementan en Estados Unidos.

En este sentido, la postura de Sheinbaum es acertada, pero no está exenta de desafíos. A pesar de su capacidad para mantener el diálogo abierto y evitar caer en la trampa de la confrontación directa, los resultados a largo plazo dependerán de su habilidad para implementar medidas efectivas en las áreas que realmente interesan a Trump: el tráfico de fentanilo y el control de la migración.

Estos dos temas seguirán siendo claves en la relación entre ambos países, y el tiempo, más que las promesas de cooperación, será el que determine si la tormenta, como algunos esperan, se disipa por completo o simplemente queda contenida por un breve periodo.

En conclusión, la respuesta de Claudia Sheinbaum ante los aranceles de Trump ha sido efectiva y cautelosa, pero el verdadero reto aún está por llegar. Las expectativas de Estados Unidos son altas, y el tiempo apremia. Mientras tanto, el gobierno mexicano tiene la oportunidad de demostrar que puede abordar los problemas de manera más eficaz que sus predecesores, pero deberá hacerlo con acciones concretas y resultados tangibles que demuestren que la tormenta, efectivamente, ha sido superada.

AL CALCE. Se tiene una bomba hirviendo en Sinaloa con el gobernador Rubén Rocha Moya. Ante todo este contexto, por los señalamientos y la violencia que no puede ser contenida en ese estado fronterizo requiere de una decisión política que genere certidumbre y liderazgo del partido gobernante diferente al “cobijamiento”.


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