Hice un alto al tiempo, detenerme para no pensar en nada… y aún en la
nada… ahí, también, ¡estabas tú!
Entonces, deseperado, mire al cielo suplicante, pero la luz cegadora del sol
nubló mi vista… ¡No importaba quedarme ciego, para nunca más ver tu rostro!…
pero ahí estabas tú.
¡Tú imagen se hizo presente!… estabas cuidando mi vista, protegiendo del
sol.
Me sentí un tonto… pero un tonto que te ama profundamente, mi amor
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Pero tampoco debemos anteponer el deseo como el valor supremo. Es
significativo … ¡Si! … pero siempre debe acompañarse del sentimiento y
cariño, ambos pilares del respeto, necesarios en una relación.
El deseo debe ser mutuo, compartido, que se viva plenamente.
Aquel que invoca incomodos, somete o busca la dominación… pierde todo
valor.
El deseo es un acto espontáneo, nacido de la libertad de los seres que lo
viven y experimentan.
Entonces, se eleva de lo sensitivo concreto a un plano espiritual,
edificantes y fortalecedor del individuo y de la relación. La entrega en el
deseo es y será, de esta manera, una expresión y manifestación del amor
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– ¿Qué quieres? – entrecortada por la emoción cuestionaste.
Por respuesta, solo busque acercarme a probar la dulzura de sus labios, que
extasían y me transforman en el hombre más loco en el mundo. Tímidamente, poco a
poco, te dejastae llevar por el ritmo de la mano que explora cada poro de tu
suave piel.
Los dos, perdidos en el tiempo y escondidos en el espacio íntimo de la
existencia. Cuerpos que se transforman en un ser, mentes que viajan más allá del
infinito.
Los dos, juego y desafío al destino y al convencionalismo. Amar sin
condiciones y con sólo las ataduras que nos imponemos, que marcan y nos unen.
La penumbrosa habitación fue testigo de la intensidad del momento.
Los dos, desnudos en alma, abrazados, compenetrados, respiración
entrecortada, sintimos la tranquilidad en el alma con la seguridad de la dicha
de no solo haberse encontrado, sino además, haberse amado.
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A sus cuestas, larga cabellera crecía y multiplicaba con mayor velocidad.
Provocaba cada vez más dolor y pesar; pero sin titubear y no mirar hacia atrás,
caminaba y caminaba … caminaba.
Por momentos el sendero es sombrío, en otros con luminosidad efervescente. El
errante, disfuta lo que cada tramo del sinuoso derrotero le proporciona.
En un cofrecito que le acompañaba, en lugar para el solo conocido, guardaba
unas piedritas, cada una para no olvidar, cada una con un motivo especial. Al
detenerse a descansar o abría y miraba y tocaba y sentía las melancolías,
tristezas, triunfos, alegrías y frustraciones que los colores y texturas
representaban. Recuperaba energía para continuar
Caminaba,
Y caminaba,
…caminaba.
En cada paso, medía distancia y con pesadumbre continuaba.
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A reconocer los ojos amorosos y las sonrisas picarescas de los primeros
amores, así como también el dolor en las desilusiones.
A darme cuenta del significado del orgullo que se siente en la nota
aprobatoria, aunque sea la mínima, lo necesario para no reprobar la asignatura.
También el valor del sacrificio, cuando inevitablemente se recibe el castigo
rigoroso por reprobar asignaturas, o cualquier otro reporte, producto de alguna
travesura, que sin ser malicioso solamente eran motivadas por el sentido de la
aventura.
En la escuela aprendí el sentido de la amistad, tan fuerte e intenso en los
aquellos años, donde importaba más la lealtad por la lealtad misma. Nunca solo
…siempre en pandilla. Pandilla que muchas veces prescindió de asistir
puntualmente a clase al intercambiar con una visita al cine o simplemente
platicas sin sentidode cualquier porquería caminando o sentados en la banca de
algún parque.
Los años de estudiante son difíciles de olvidar. los mios tengo grabados en
el pensamiento y sentimiento. Son parte de mí existir.
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